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Siendo holística (parte 3)


Para comenzar quiero mencionar que aunque los relatos parezcan lineales, ya que están divididos en tres partes que corresponden a 3 etapas sucesivas en mi vida, la realidad es que mi

experiencia holística de sanación, integración y bienestar tiene un aspecto más de espiral. Esto implica que aún continúa y a veces pareciera que la vida me devolviera o me llevara a situaciones que ya experimenté (en el pasado) o que voy a experimentar (en el futuro) mientras habito este presente.


Foto: pixabay

Esto puede sonar complejo o sacado de una capítulo de la serie "Dark" o de algún metarverso en algún lugar jajajaja. Y solo quiero mencionarlo porque evolucionar ha implicado integrar/recordar mi ser infinito desde el aspecto de la polaridad en este plano 3D, así como la unidad de la divinidad y la experiencias en otros planos de conciencia. Ya iré abordando estos temas de forma más detallada.


Volviendo al último momento de la historia en el que quedé, decía que paulatinamente había llegado el tiempo de moverme de Turmequé y sus campos. A finales del 2017 decidí incorporarme más a la ciudad y tomar un curso de Mindfulness para la vida. Quise experimentar durante 8 semanas por misma el impacto y la metodología de este programa y "prepararme" con nuevas herramientas para gestionar el estrés y la ansiedad en el cambio que nuevamente tocaba mi puerta.


Fue un tiempo necesario para darme cuenta de, ya de vuelta "al mundo", lo que había pasado en mi mente/corazón/voluntad y cómo mi consciencia seguía expandiéndose. Me impactó conectar con la necesidad de las personas de querer reducir su estrés, gestionarlo mejor y querer cultivar nuevos hábitos en sus vidas. Este tiempo fue clave al reconocer que mi cuerpo energético estaba listo para salir y compartir con el mundo lo que había estado integrado en cada paso del camino anteriormente dado.


Así fue que mi compañero y yo decidimos abrirnos camino y emprender el viaje hacia Ecuador. Allí juntamos nuestros dones y los pusimos al servicio de quienes resonaran con la armonización de sus cuerpos a través de sesiones de sonidoterapia y meditación/hatha yoga. Estuvimos en Quito, Tumbaco, Cuenca y Vilcabamba. Este viaje representó importantes desafíos con relación a mi perspectiva sobre las relaciones de pareja al igual que con mi propio proceso personal.


Cada día que compartíamos era más claro el patrón inconsciente de permitir comportamientos dañinos para mí: la crítica/sobre exigencia, perfeccionismo, priorizar las necesidades de los demás antes que las mías, la vergüenza de visibilizarme, etc. Entonces empecé a tomar acción y a poner límites para cuidarme y avanzar. Decidí lanzarme al agua y ....


- Primero, conocí un profesor iraní de Santur persa que me propuso cantar una canción en un toque que iban a hacer. Nunca lo había hecho en público y menos en un idioma desconocido como el iraní. Dudé muchas veces si hacerlo o no. Al final lo hice solo para confrontar mi miedo escénico y la vergüenza. Al final me sentí orgullosa de haberlo hecho, pese a que mi compañero hacía muchos comentarios sobre valorando mi desafinación, técnica y en general a que no lo hacía bien.


- Durante la sesiones grupales que guiábamos, me fui entrenando para estar muy presente y disponer "mi canal humano" al servicio de la fuente divina independientemente de las circunstancias externas. Por ejemplo tuvimos una situación en la que conocimos el lugar unos minutos antes de la sesión. No contaba con condiciones mínimas para hacerlo así que improvisamos en medio de la naturaleza del lugar.

Fue incómodo al principio porque había mosquitos, mucho sol, etc. Sin embargo, teníamos 2 opciones: cancelar o continuar. En vista de que la mayoría de los participantes eran practicantes/profesores de yoga le propuse a mi compañero continuar. Le dije algo como: "Veamos de lo que verdaderamente estamos hechos todos los presentes", es una oportunidad de seguir entrenando la ecuanimidad y la presencia. Al final sentimos que fue provechosa la práctica.


- Tomé la decisión de regresar a Colombia. No me estaba sintiendo cómoda con la relación de pareja. Estábamos conviviendo con varias personas y la dinámica se tornaba mucho en función de los compromisos de mi compañero. Después de varias conversaciones me dí cuenta que nuestras prioridades eran bien distintas y yo me estaba adaptando a su vida hasta el punto que eso me generaba tristeza porque sentía que yo no tenía una vida propia. También sentí como de manera sutil el machismo en la convivencia se hacía presente. No era más que una bandera roja que me hablaba de síntomas de mis heridas de rechazo y abandono nuevamente. Para mi era el principio del final de esta relación.


Regresé a Colombia y en perspectiva llegué con varios temas que quería seguir explorando: el arte como medicina para atender estas heridas que nuevamente se abrían y cómo habitarlas desde el cuerpo.


Ya estando en casa de vuelta, me encuentro con el tema de la muerte. Una de mis mejores amigas se encontraba en un estado crítico de un cáncer en sus órganos reproductivos. Llegué justo para alcanzar a tener un último encuentro. Durante mi viaje hablábamos con cierta frecuencia así que estaba al tanto de su estado de salud.


Lo que no me esperé fue verla como la vi ni que ese día fuera el último; aunque intuía su trascendencia. Entonces llegó el momento del encuentro: su cuerpo estaba extremadamente delgado y habitado por el dolor. Ante mis ojos era irreconocible y recordé lo efímera que es la piel/la vida. Sentí mucha impotencia ante la situación en mi resistencia ante lo inevitable. Fue cuando agoté todas mis posibilidades de acción me rendí, la entregué y la solté a la fuente divina. La aceptación de la muerte como parte de la vida, era un tema con el que me había empezado a familiarizar años antes así que fluí con el duelo.


Su proceso de enfermedad lo acompañé desde el principio. Estábamos en India cuando su cuerpo empezó a enviar señales de atención. Ella cuidaba mucho de su estética y apariencia física, como de su corazón, muy linda por cierto.


Traigo a colación esta experiencia porque el tema de habitar mi cuerpo con amor y aceptación ha sido uno de mis mayores desafíos. Su proceso me enseñó a escucharlo más, a verlo como un templo sagrado, valorarlo y agradecerle todo lo que hace por mí y por lo que me permite hacer.

Esta fue la antesala a mi entrada al mundo de la danza persa específicamente y a experimentar las danzas del corazón con una maestra muy consciente. Con ella aprendí a girar. Una práctica de movimiento de los sufíes para conectar el cielo con la tierra a través del corazón. Así me familiarizaba cada vez más con mi cuerpo en movimiento, con mi corazón como puente entre el cielo y la tierra y con mi mente meditativa.


Cabe mencionar que desde el 2010 he estado acompañando procesos de personas queriendo abrirse/profundizar en su auto-conocimiento aplicando las distintas herramientas a las que he tenido acceso y de las que he venido hablando. Amo poder aplicar de manera práctica en la cotidianidad el conocimiento.


Estuve un año en Bogotá aprovechando el fácil acceso a todos estos espacios mientras continuaba mi practica meditativa personal que iba transformándose. También quería darle una última oportunidad a la relación de pareja en la que estaba hasta que finalmente llegó la gota que rebosó mi vaso. Por un lado me permití continuar con una persona que rompía los acuerdos sin tenerme en cuenta y permití maltrato cuando hacia su voluntad en función solo de su trabajo e intereses. Ahí fue cuando dije no más, no quiero este tipo de relaciones. Eso fue lo que aprendí inconscientemente del modelo de vinculación de mis padres mucho tiempo atrás.


También empecé a desarrollar experiencias de gastronomía natural local para compartir con personas de otros países y probar que tal me iba. Allí me conecté con los temas de cocina consciente, slow food y ver el efecto de transmitir emociones/sentimientos bondadosos al momento de cocinar y comer.


Meses después me fui a trabajar y vivir a Minca. Pueblo cerca de la Sierra Nevada de Santa Marta en la costa Caribe colombiana. Decidí dejar todo atrás y empezar un trabajo administrativo en un lugar donde nadie sabia nada de mí. Este lugar es un portal energético muy poderoso del planeta y hay frecuencias de vibración muy variadas. Allí tuve que enfrentar (cuando se me activaba el modo "lucha") circunstancias precarias materialmente hablando y de maltrato/abuso a nivel laboral. También confronté uno de mis miedos más profundos el abuso sexual. O sea mi sombra al 100% una vez más.


Fue la antesala para continuar re-programando creencias sobre el merecimiento, el balance entre el plano material y espiritual, el amor propio. Fue un tiempo de mucha sanación en términos prácticos porque así como conecté con mi sombra también conecté con lugares muy luminosos mientras estaba en medio de la naturaleza e interactuando con personas mientras trabajaba.


Una vez más regreso a mi ciudad natal pensando en compartir con mi familia una corta temporada pues había planeado irme un tiempo a trabajar fuera del país. Sin embargo mis planes- como el de una gran parte de la población mundial- se cancelaron inesperadamente por la llegada de la pandemia covid-19. Así que aceptando con la mejor actitud las cuarentenas pasé una temporada en Turmequé conviviendo con ellos.


Fue un tiempo intenso porque la vida nuevamente me llevaba a aquellos lugares /relaciones complejas años atrás. Fue la oportunidad de ver en vida como "mi observador" a través de mi conciencia expandida se había transformado. Claramente con los años y con ese reset interno que había ido haciendo me daba cuenta que ya reaccionaba menos en automático en relación con mis padres, que ya podía elegir lo que resonaba más con mi energía y que podía poner mejor límites sin sentirme culpable. Sentí una profunda gratitud por el proceso de perdón que estaba haciendo y mucha compasión por todos lo seres. Realmente mi nivel de sufrimiento seguía en descenso progresivo.


La pandemia representó un tiempo para volver a mirar hacia adentro de manera más activa, sin ningún centro de meditación; y en la convivencia cotidiana conmigo misma y con las personas cercanas. Personalmente era algo como un examen de graduación para pasar a un siguiente nivel.


Ante mis ojos fue evidente el comienzo del desmoronamiento colectivo de estructuras económicas, políticas, culturales, ambientales obsoletas. Algo así como un punto de inflexión que nos movió el piso como humanidad. Así, la incertidumbre llegó a nuestras vidas y el cambio inevitable también.


Mi sostén de bienestar durante este tiempo continuó siendo la meditación, el mindfulness/heartfulness, nutrirme, la naturaleza y el arte para estar en pie con toda la energía vital disponible. Sin embargo la fuerza más poderosa y sanadora en estos tiempos particularmente ha sido y sigue siendo el AMOR. Reconectar con el AMOR PROPIO ha sido una de las bendiciones más grande de los últimos 2 años. Como consecuencia natural de ser canal humano de esta vibración sigue activando potenciales de conexión con el universo multi-dimensional y metafísico.


El navegar tiempos de reflexión en confinamiento, de servir durante unos meses en un centro de meditación (durante el segundo semestre del 2020), de seguir abordando la muerte como uno de los mayores miedos humanos, tiempos de cambios tecnológicos, de experimentar el covid, la enfermedad en diferentes formas, de seguir sanado relaciones familiares e ir cerrando contratos kármicos, me permitió recordar con claridad mi propósito: SER MEDICINA HOLÍSTICA.


De una u otra forma-consciente o inconscientemente- he ido llevando a cabo el plan de mi alma para recordar/abrir el camino. Cuento en estas páginas de manera general los pasos que he recorrido mientras honro el transitar. No desde una perspectiva de víctima de las circunstancias sino de su transmutación y transformación para enfocarme en desarrollar el potencial creativo, manifestador y co-creador de nuevas realidades.


Antes finalizar este relato quiero mencionar que aunque desde niña tuve desafíos y obstáculos importantes en relación con mi familia y con los linajes familiares de los que vengo, los he transitado en solitario en su mayoria. Esto me ha entrenado en resiliencia y fortaleza interior. Sin embargo me hubiera gustado sentirme guiada y acompañada. Es por eso que estoy aquí, en servicio a quienes necesiten/requieran una presencia humana guía.

Ha sido un transitar muy interesante y hoy en día siento que he invertido gran parte de mi energía vital en encarnar mi potencial y sigo con determinación amorosa en la labor. Aquí estoy para conectar con personas valientes que resuenen con esta energía, lista para el encuentro y manifestar experiencias concretas que nos lleven a nuevos niveles de conciencia, integración, evolución y trascendencia. No desde una mirada romántica de la espiritualidad y el bienestar sino desde una perspectiva consciente. Siento que hemos naturalizado tanto el malestar/sufrimiento tapándolo con un mundo de ilusión del que es hora de despertar para cultivar bienestar. A veces la transición nos trae diversidad de experiencias! Así que te atreves a conectar con tu potencial y desarrollarlo? Yo encantada de acompañarte en el proceso de convertirte en tu propio maestro!



 
 
 

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